El Vía Lucis, ¿qué es?

jueves, 22 de abril de 2010


Vía Lucis: camino de la luz, camino del Señor Resucitado


El Vía Lucis puede ser un medio para que los fieles comprendan vitalmente el segundo momento de la Pascua del Señor: la Resurrección. (Eduardo A. González)
En distintos países se ha comenzado a popularizar una práctica que se extiende durante todo el período de Pascua y muestra a Jesús, vencedor de la muerte, manifestándose como el Señor Resucitado.
En diciembre de 2001, la Santa Sede promulgó un Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia, que elogió el Vía Lucís de la siguiente manera:
Un piadoso ejercicio del llamado vía lucís se ha desarrollado y extendido a muchas regiones en los últimos años. Siguiendo el modelo del VIA CRUCIS, los fieles meditan sobre las diversas apariciones de Jesús - de su Resurrección a su Ascensión - en las que muestra su gloria a los discípulos que esperaban la venida del Espíritu Santo (cf. Jn 14, 26, 16, 13-15; Lc 24, 49), el fortalecimiento de su fe, sometidos a la finalización de su enseñanza sobre el Reino y definirse con mayor precisión la estructura sacramental y jerárquica de la Iglesia… el Vía Lucis, siempre que se realice con fidelidad al texto Evangélico, puede ser un medio para que los fieles comprendan vitalmente el segundo momento de la Pascua del Señor: la Resurrección”.
El Vía Lucis, además, puede convertirse en una óptima pedagogía de la fe, porque, como se suele decir, “per crucem ad lucem” - “por la cruz a la luz”. Con la metáfora del camino, el Vía Lucis lleva desde la constatación de la realidad del dolor, que en el plan de Dios no constituye el fin de la vida, sino la esperanza de alcanzar la verdadera meta del hombre, es decir, la liberación, la alegría, la paz, que son valores esencialmente pascuales.
El Vía Lucis, finalmente, en una sociedad que con frecuencia está marcada por la ‘cultura de la muerte’, con sus expresiones de angustia y apatía, es un estímulo para establecer una ‘cultura de la vida’, una cultura abierta a las expectativas de la esperanza y a las certezas de la fe.
Para diseñar un Vía Lucis, se puede dividir el final del Evangelio de San Lucas y algunos textos de su otra obra, los Hechos de los Apóstoles, en las tradicionales Catorce Estaciones. Después de cada una se sugiere permanecer un instante en silencio, formular intenciones libres y acompañarse con cantos adecuados al tiempo pascual.

Historia
En el verano de 1988, el Padre Sabino Palumbieri, Profesor de Antropología en la Universidad Salesiana de Roma y fundador de la comunidad misionera Testigos del Resucitado, propuso la creación de un nuevo conjunto de las estaciones, centrado en la Resurrección y los acontecimientos posteriores de la misma, a fin de hacer hincapié en lo positivo, la esperanza de la historia cristiana que, aunque no ausentes de las Estaciones de la Cruz, está oculto por su énfasis en el sufrimiento. La primera gran celebración pública de esta devoción fue en 1990, tras lo cual ganó un mayor valor.
La fórmula era y es la de la devoción itinerante como participación en la vida y en la alegría del Señor Resucitado.
En 1989 el Vía Lucis es presentado al sucesor de Don Bosco, don Egidio Viganó que se implicó y nombró una comisión teológica para estudiar criterios y formularios diversificados. Surgieron algunos para comunidades parroquiales, otros para grupos comprometidos y para jóvenes y para personas consagradas. Existe también un texto para niños, para los cuales también hay una reelaboración dramatizada con base musical. Se ha publicado también el Vía Lucis para los que sufren.
El Vía Lucis, nacido en sencillez en y para el Movimiento, que estaba en busca de una oración que expresara el propio carisma, se difundió, por obra y gracia del Espíritu, tan rápidamente que en abril de 1990 se celebró solemnemente el primer Vía Lucis presidido por el sucesor de Don Bosco, Don Egidio Viganó, en Roma, sobre el suelo de las Catacumbas de San Calixto, con ocasión del Capítulo general de los salesianos. Y fue significativo celebrarlo solemnemente por primera vez allí donde reposan los mártires, testigos perennes de una fe inquebrantable en el Resucitado.
Siguió la notificación a Juan Pablo II, precisamente por parte del Rector Mayor. Algunos introdujeron enseguida en la propia diócesis la práctica del Vía Lucis como llegada a la alegría de la vida cristiana, después de la experiencia del Vía Crucis.