SEGUNDO ENCUENTRO DE FORMACION

miércoles, 19 de agosto de 2009

Dos modelos de ser Iglesia

Cuando hablamos de la Iglesia, no todos tenemos la misma imagen de ella. Muchas veces chocamos, porque algunos defienden la imagen propuesta por el Concilio Vaticano I (1870-1871 y otros, en cambio, tratan de poner en práctica la imagen que nos enseña el Concilio Vaticano II (1962-1965) y las diferentes conferencias generales del episcopado latinoamericano.

1.- Iglesia “Jerarquía”
En esta imagen de la Iglesia, existe un arriba y un abajo – casi como en el cuartel. Por esto el término “Jerarquía”. En la jerarquía todo es orden y obediencia: General manda a coronel, éste manda al mayor etc. En este modelo de Iglesia es igual: Obispo manda a sacerdote, sacerdote a laico, éste obedece.
Se puede ascender en categoría – y muchas veces los cristianos piensan que es lo más importante. Los laicos quieren ser curas, los curas quieren ser obispos. Los laicos comprometidos o de cofradías etc. piensan que valen más que los otros.
Toda la relación con Dios es hacia arriba – y la gracia de Dios viene de ahí y baja, poco a poco, hasta llegar apenas, como goteando, también a los laicos.

2.- Iglesia “Pueblo de Dios”
Esta segunda imagen de la Iglesia es diferente: Aquí todo está en movimiento. Todo el pueblo se mueve hacia una meta: el Reino de Dios. Todos van mezclados: obispos, religiosas, laicos... La eucaristía y la Biblia van junto con el pueblo; y éste se reúne alrededor de ellas, junto con sus pastores. Dios está en medio del pueblo y enseña el camino. Todos juntos están en la búsqueda del bien y se relacionan directamente con Dios.
Este pueblo camina a través del mundo: la violencia, la guerra, la contaminación, la pobreza, el trabajo. No es indiferente a lo que pasa en el mundo: Los cristianos tratan de pacificar, de construir y de unir a toda la humanidad.
Este pueblo es una comunidad de iguales, no porque todos somos iguales, con las mismas capacidades y debilidades, sino porque todos tenemos los mismos derechos y deberes fundamentales.
Por esto el Concilio Vaticano II dice: “Por el nombre de laicos se entiende aquí todos los fieles cristianos, a excepción de los miembros que han recibido un orden sagrado y los que están en estado religioso reconocido por la Iglesia, es decir, los fieles cristianos que, por estar incorporados a Cristo mediante el bautismo, constituidos en Pueblo de Dios y hechos partícipes a su manera de la función sacerdotal, profética y real de Jesucristo, ejercen, por su parte, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo.” (LG 31)
Esto contradice abiertamente la afirmación del anterior concilio. Todos los cristianos somos sacerdotes, profetas y reyes.
¿Qué quiere decir esta idea de que todos los cristianos somos sacerdotes, profetas y reyes? Esta idea viene de la afirmación de que Cristo es el Sacerdote, Profeta y Rey por excelencia, y todos los bautizados somos parte de él. Por lo tanto, participamos en el poder de Cristo con el que santifica, enseña y gobierna. Concretamente, ¿qué significa todo esto para nosotros?

v Somos sacerdotes: podemos relacionarnos directamente con Dios y ponemos al mundo en relación con Dios.

v Somos profetas: podemos anunciar la buena nueva y denunciar lo que se opone a ella – en el mundo y en la Iglesia.

v Somos reyes: podemos asumir nuestra responsabilidad en la Iglesia y en el mundo.

Por esto, los laicos “no solamente pertenecemos a la Iglesia, sino somos la Iglesia”, como dice el Papa Pío XII. No somos algo secundario o menos importantes en la Iglesia, sino estamos en primera fila, junto con los sacerdotes, diáconos, religiosos y demás agentes de pastoral.

Reflexión Bíblica: 1 Cor 12,8-30
San Pablo nos dice, que en la Iglesia todos pertenecemos a un solo cuerpo, pero con tareas diferentes. Nadie puede faltar, ni el más pequeño, insignificante o despreciado. Incluso los más despreciados aparentemente son los más importantes.
Ningún miembro de este cuerpo es independiente, ninguno puede vivir sin los demás. Incluso los que al parecer son más importantes, como los ojos, las manos, el corazón etc. dependen de los otros. También en la Iglesia, no puede haber sacerdotes sin laicos, obispo sin fieles, catequista sin catequizandos etc. Por esto, en la Iglesia ninguna persona es más importante que otra.
Cada una y cada uno en el Pueblo de Dios tiene que conocer sus propias capacidades y vivir según ellas. Mis capacidades son un don de Dios que tengo que invertir por el bien de la comunidad.
Somos un pueblo solidario: Si uno sufre, todos sufren con él. Si alguien siente necesidad, todos tenemos que ayudarle. Si alguno se alegra, todos comparten la alegría.

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